BCCCAP00000000000000000000933

Vigésimo noveno domingo «Hennanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios» (Hbr. 4, 14). MANTENGAMOS LA FE La fe es lo más importante. Sí, a pesar de afirmar otras virtudes como más excelentes. Porque la fe es la raíz de toda una vida sobre– natural, divina. La sentencia antigua vale para ahora mismo: «Quien pierde la fe no puede perder más.» Y ahora mismo también la gran crisis del mundo religioso es la falta de fe. ¿Por qué? Habrá cantidad de motivos, pero me parece a mí que algunos de ellos pueden ser los siguientes: Porque se había apoyado la fe en ciertas costumbres, devociones o pruebas. Era una fe apoyada sobre pilares de apologética. Y por muchas vueltas que le demos y razones que cuadriculemos en nues– tro cerebro, eso no es la fe. La fe siempre será un don de Dios. Ya hace varios siglos que lo escribió Pascal: «La fe es diferente de la prueba: una es humana, la otra es un don de Dios.» «Justus ex fide vivit.» Es de esa fe que Dios pone en el corazón de la que la prueba es a menudo instrumento: «Fides ex auditu.» Pero esta fe está en el corazón, y hay que decir, no «scio», sino «credo». Esto lo escribió Pascal, a quien al morir encontraron en su cha– queta una maravillosa confesión de fe, que él reconoció como un autén– tico don de Dios. Se trata de su célebre Memorial, en el que dice 124

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz