BCCCAP00000000000000000000933

Segundo domingo de Adviento «Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día» (2 Pt. 3, 8). LA HORMIGA Y LA TORRE Me quiero imaginar a una hormiga subiendo por la torre de una catedral, de cualquiera de nuestras grandiosas catedrales góticas. Es– toy seguro que se imaginará que es algo inmenso, algo que no ter– mina nunca. Para ella las meras junturas de las piedras, que no tienen relieve para nosotros, serán como valles. En fin, renuncio a imaginar lo que pensará -o sentirá- la diminuta hormiga. lo mismo nos sucede a nosotros. Tenemos que ver las cosas con perspectiva para verlas bien. Por eso delante de las fachadas de las catedrales suele haber unas grandes plazas para que se dominen en toda su grandiosidad. Y si nos subimos en un avión y miramos a diez mil metros: los pantanos nos parecen meros ríos; las carreteras, la marca de un dedo sobre el barro del mundo, y el mundo, más grande, más bello, mejor. Y al revés. Si nos elevamos, hay cosas que pierden importancia, y sólo lo grande aparece más grande. Pienso que la lección nos vale relacionándola con Dios. De Dios muchas veces hemos hecho -y con perdón- algo así como un mu– ñeco que se mueve al impulso de nuestros impulsos: que piensa, siente, reacciona al compás nuestro. Y no nos damos cuenta que el acontecer de muchas generaciones es un instante en su vida eterna. 10

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz