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Por eso mismo, que es un mal nacional, tenemos que combatir la envidia. Por cristianos y por españoles. Más unidos, seremos más. Si prosperan nuestros vecinos, a su sombra podemos prosperar noso– tros. V, en definitiva, deseamos prosperar para ser más felices, y es imposible ser felices cuando nos corroe la envidia. Por cristianos hemos de declan"r :una guerra sin cuartel a la envi– dia. Es el pequeño vicio, en apariencia, que levanta grandes tempes– tades. Es como la chispa o la colilla lanzada sobre el plástico, que le– vanta los voraces incendios. La Biblia está plagada de casos de crí– menes que tuvieron su raíz en la envidia. Díaz-Plaja cuenta, en el libro citado, que el célebre poeta Agustín de Foxá, cuando estaba triunfando en toda la línea, se inventó una úlcera de estómago. Para que no le tuviesen envidia. Porque en este país, si no tienes algo que te haga sombra la felicidad, te aplastan. Pienso que no hay nada que inventarse. Al contrario, alegrarse que nos puedan envidiar. Porque el hombre que no es envidiado, ordina– riamente no sabresale en nada. «La envidia es la sombra de la glo– ria.» V también fue dicho por alguien muy autorizadamente: «Si nos ladran, es que cabalgamos.» Importa, pues, combatir la envidia en uno mismo. No dejarse ava– sallar por ella. Más bien ayudar a aquellos que nos pueden causar en– vidia o sombra. Ese es el mejor oxígeno para el alma. Pero en cuanto a nosotros, si nos envidian no preocuparse mucho: Si nos critican, observar bien si tienen razón, si es corregible el de– fecto que nos achacan. V corregirse. Si no es nada más que la mal– dita envidia que nos quiere cortar nuestro avance por la vida, no aco– bardarse. Más bien alegrarse, pues es el mejor signo de que avan– zamos. Por eso, si es nuestro mal, nuestro vicio nacional, saber que vivi– mos rodeados en una península de envidiosos, rodeados por todas partes de ellos, menos por uno. Y ojalá que ese uno fuésemos nos– otros. Que si sumásemos muchos unos pronto arrojaríamos la envi– dia más allá de los Pirineos. Que también por allá hay envidia. No nos vayamos a creer... 117
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