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Ser jefe es responsabilizarse. Es asumir una serie de deberes en el trabajo, en la educación de los hijos, en sacar la familia adelante. No es levantar la voz, con lo cual lo único que se consigue es que oigan los vecinos. Por otra parte muestran tener gran inteligencia, ser cabeza, los maridos que dejan la administración de la casa a la mujer. Porque frecuentemente de eso sabe mucho más la mujer. Lo está viviendo cada día. Y es bueno que el hombre delegue en ella su autoridad. Pero la mujer inteligente siempre le considerará a él como el jefe, le dará la autoridad que le corresponde y jamás le desautorizará. Y llega la segunda parte. Estos párrafos iniciales pueden ser la cortina de humo que no nos dejan ver la gran meta que San Pablo propone a los casados, sobre todo a los maridos: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia.» Todos estamos convencidos, menos los que se van a casar, que es entonces cuando comienzan a amarse. Ellos piensan que han toca– do techo. Que más es imposible. Pero ... La vida y la convivencia les enseñará a amarse. En ese amor pri– merizo va mucho de egoísmo. Y el amor auténtico tiene que estar muy purificado de egoísmo. Eso se aprende a fuerza de sacrificarse, de sufrir, de conllevar muy unidos el rosario de la vida: que tiene espinas y rosas. «En las penas y en las alegrías.» En conversación frecuente con las familias a veces manifiestan: que no se hubieran amado tanto si no hubieran sufrido tanto. Que ese mismo dolor les hizo juntarse más para poder soportarlo. Reali– zarse plenamente. Quizá esto sea· 1a más perfecta imagen del amor de Cristo por la Iglesia «que se entregó por ella» ... Y sabemos cómo se entregó por la Iglesia. Ese es el modelo y la meta que propone San Pablo. Cuando se rehúye el sacrificio, cuando se busca sólo el placer, entonces vienen los fracasos. Las huidas. Las separaciones a veces irremediables ... 109

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