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EL AMOR Vigésimo primer domingo «M.aridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia» (Ef. 5, 25). Estamos en la carta de San Pablo a los efesios. Una carta que a través de la liturgia dominical parece escrita para nosotros. La pala– bra de Dios tiene la importancia de su propia eternidad y por eso no pasa de moda. Va a hablar San Pablo a los diversos estamentos de la sociedad y comienza por el que es la piedra fundamental: el matrimonio. Nuestro planeta está habitado por hombres y mujeres. Porque Dios lo ha querido. Lo demás ha sido dado por añadidura para servicio y provecho de los hombres. Los hombres y las mujeres se necesitan, se complementan, se buscan. La divina argamasa que los une se llama amor. Nos fijamos mucho más en la primera parte de la carta de hoy, en eso de « las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia». Hacemos chiste sobre eso de quién es el que manda en casa, de que ahora son ellas las que llevan los pantalones. Chistes aparte, cuando el hombre no es el jefe de la familia, la familia marcha mal. Ser jefe no significa avasallar, doblegar, anular a la mujer. Eso es no ser cabeza como Cristo, ni es mandar con cabeza. Si en alguna religión se conoce la liberación de la mujer es en la cristiana. La his– toria nos lo dice. 108
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