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eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del espíritu.» Me parece a mí que .estos avisos nos vienen a nosotros estupen– damente. Porque ahora hay muchos cristianos que dicen no saber cómo conducirse por entre los intrincados senderos de las nuevas teorías, de las más recientes afirmaciones. A algunos les parece que están en un callejón sin salida. Y por todas partes están levantados los semáforos rojos que avisan: ¡crisis! Ya salió la palabreja. Y es inevitable porque está en la punta de los labios de todos los hombres. Resulta que según los más grandes pensadores cristianos es algo inherente al mismo ser de la Iglesia. No me resisto a copiar una de las últimas afirmaciones de Maritain en una entrevista que le hicie– ron poco antes de morir a sus noventa años: «¡Hablar de crisis en la Iglesia! ¡Qué superficialidad! ¡Qué visión tan ligera! ¿Crisis? la Iglesia siempre ha estado en crisis. la Iglesia es crisis ... la historia de la Iglesia es una crisis continua. No me asusto. Vamos hacia adelante. No soy pesimista. la Iglesia está viva y participa de la vida. Y toda la vida es crisis. las crisis hoy no son mejores ni peores que las del pasado. Se elabora hasta una teología de la crisis. Muy bien. lo importante es que hay movimientos de base. iY cuántos movimientos de renovación hay hoy en la Iglesia!» Cierto que hay muchos movimientos. Pero por eso mismo creo que es bueno saber discernir. Saber dónde se pisa. No haga explo– sión alguna mina puesta por el diablo. Ser sensatos, no insensatos. Saber guiarse por la prudencia, por la lógica, por la razón, que para eso nos la ha dado Dios. Para acertar., además de usar de todos esos medios naturales, tan importantes, siempre habrá que -siguiendo el consejo de San Pablo en su carta de hoy- rezar mucho. Que será la mejor manera de «de– jarse llenar del Espíritu Santo». No se arregla todo con la oración. Estamos contra esa pasividad fatalístico contemplativa, pero sin ora– ción no se arregla nada. Porque la Iglesia es ante todo un ser sobre– natural. 107

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