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Decimonoveno domingo «Hermanos: No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con El para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed bue– nos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo» (Ef. 4, 30-32). Palabra mágica, palabra rebelde, palabra subversiva. Tiene el acen– to de los labios que la pronuncian. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser libre, completamente libre, sin las barreras de las leyes, de las circunstancias, de los con– dicionamientos humanos? Echarnos por la vida adelante y ser uno mismo, volar como los pájaros ... Mas hasta los pájaros sueñan alguna vez en eso que nosotros les atribuimos como su ser propio y que nos encargamos de quitar– les cuando les domesticamos. B. Bro tiene una parábola sobre los patos que dice: «Durante la época de las migraciones se observa una extraña marea en el interior de los recintos en que viven. Estas aves domésticas parecen elec– trizadas; intentan un gran vuelo, pero la inexperiencia las derrota. Una oscura llamada penetra hasta lo más profundo de su ser y, por unos minutos, el ave de la granja se convierte en migradora. En aque– lla dura cabeza en la cual sólo cabía el éxtasis ante las lombrices, ahora hay un lugar para los continentes y los océanos. El ave no sabe el porqué de su improvisada pasión voladora, queda desconcertada ante un instinto desconocido... » El único animal que puede explicar el porqué es el hombre. Y ante esa ansia de liberación que ha surgido como una fiera en el mundo, que ha fundamentado hasta una teología, si profundizamos en 104
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