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separan a tantas naciones, los racismos, los clasismos y tantos ismos que parecen estar anclados en la misma entraña de la humanidad sin poderlos desarraigar ninguna fuerza divina ni humana. Entonces, ¿el cristianismo ha fracasado? No. El cristianismo es dinámica, se está haciendo. En este sentido es real aquella frase tan gráfica de Juan XXIII: «El Evangelio aún está sin estrenar.» El Evangelio fue anunciado hace veinte siglos. San Pablo, unos pocos años después de lanzarse los apóstoles por el mundo romano, describió una especie de «arcadia» en esta carta a los efesios. Pero sabemos que continuaron las separaciones, los odios, la esclavitud. No obstante la semilla había sido lanzada, y la semilla fue creciendo. Y se abolió un día la esclavitud, y se anunció la igualdad de todos los hombres y se caminó cada día hacia una justicia más cierta, más justa, más evangélica. Aún queda mucho por hacer. Lo más importante es pues lanzar la semilla, predicar constantemente la verdad, y la verdad por sí mis– ma se irá apoderando de las mentes y de los corazones de los hom– bres. Cuántas cosas que nos parecían imposibles de realizar hace unos años las vemos cumplidas ahora mismo. Nosotros, como cristianos y españoles, tenemos una gran tarea delante de nosotros: la reconciliación. Justo la idea de San Pablo en su carta de hoy. Justo el lema de Pablo VI para el año Santo de 1975. Justo el lema de los obispos españoles con motivo del día de la paz y del Año Santo. Algunos, cuando se les mienta esta palabra de reconciliación, se ponen tensos, aguzan los oídos y las uñas por lo que pueda venir. Y no es ni más ni menos que cumplir el Evangelio. No es claudicar. Es amar. Es dejar el odio. Las divisiones. Es restañar las heridas. Olvidar tantas cosas que deben ser olvidades y que nos están hacien– do daño a todos. Pienso que nada perderíamos y mucho ganaríamos todos con una sincera, profunda y cristiana reconciliación. 99

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