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Decimosexto domingo «Hermanos: Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. El es nuestra paz. El ha hecho de los dos pue– blos judíos y gentiles, una sola cosa, derriban– do con su cuerpo el muro que los separaba: el odio» (Ef. 2, 13-14). ¡ABAJO LOS MUROS! Nos parece un grito subversivo de ahora mismo. Y, sin embargo, leemos que San Pablo escribiendo de Cristo se entusiasma y les dice: «El es nuestra paz, El ha hecho de los dos pueblos, judíos y gen– tiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los se– paraba: el odio.» El optimismo de San Pablo es contagioso. Podríamos ahora mismo entonar un cántico triunfal al amor, a la libertad y a la igualdad. Pero ... pensando bien las cosas: ¡cuántos muros quedan aún, Dios mío! Dejando a un lado todos esos muros más o menos vergonzosos, levantados a cal y canto quedan aún los muros de las guerras que 98
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