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Primer domingo de Adviento ¡VIVE TU VIDA! «Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo Señor nuestro. ¡El es fiel!» (1 Cor. 1, 9). En mi libro «El Evangelio, domingo a domingo» he comentado los «Evangelios» del ciclo B de la nueva liturgia. Quiero ahora, en estos artículos dominicales, comentar las «Epístolas». Nada mejor, para empezar un nuevo año litúrgico, que las palabras de San Pablo a los corintios, que la Iglesia nos recuerda hoy. San Pa– blo habla de la nueva vida que tenemos en Cristo. Una vida que vivimos sin darnos cuenta, y sin darse cuenta el mundo. Es como el palpitar del corazón que no lo advertimos sino cuando enfermamos de taquicardia. Entre las muchas vidas que el hombre tiene y le asemejan a to– dos los seres de la creación, está esta vida sobrenatural. Auténtica vida divina. Ni más ni menos. Tiene una vida semejante a Dios. Es deiforme, con capacidad de conocer y amar al modo divino. La incorporación a Cristo, el constituir con El un cuerpo místico, es mucho más que una metáfora. Es formar parte de una inmensa vida, con una corriente vital, común. Y así como la sangre del corazón llega hasta la última de las venas, así la misma vida divina de Cristo llega hasta el último de los cristianos. Porque «Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucris– to Señor Nuestro». Por eso podemos decir de cualquier cristiano aquello de que es otro Cristo. Esa expresión, que a veces se ha de– jado para denominar a los grandes santos, porque han sido como una plasmación tangible de la vida de Cristo, vale para todos los cris– tianos. Por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo. Y tenemos esa vida divina de la gracia que nos hace miembros vivos de Cristo, 8

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