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pátible con la disipación y hasta Con cierto ol– vido de Dios, en el cual ,aun las almas dedica– das ·a la vida de piedad van trnnscurriendo su exis.tencia sin ninguna interioridad, sin la co– municación con el· divino Huésped que El de– sea y pide. Este oculto tesoro que el alma en. verdad interior guarda y adora, está si111 defen– sa y en cualquier momento de descuido puede· ser robado. El alma interior no sólo se cuida de conser– var lá vida divina infundida en su corazón, sino que ·se esfuerza por desenvolverla y perfeccio– narla, haciendo· así cada día más grata la .es~ ta:ncia del Amado que. mora en ella.. Todo esto naturalmente requiere anté todo la· acción de Dios, o sea el· impulso ó ayuda de la gracia y además la cooperación de parte del alma. Dios como no desea Ótra cosa sino nuestra perfección, concurre a ella vertiendo claras· lu– ces en la inteligencia e ~mpriniiendo suaves mo– ciones en la voluntad. Si nosotros secundamos la acción de Dios, nuestra vida se realza, se perfeccíona:. Con esto viene 1a práctica de las virtudes cristianas., eJ ejercicio de las buenas· ofaas. Una diretdón sohré111atuial vivifica nuestro modo de ser, pen– sar y vivir. En una palabra esto hace que viva– mos para Dios. . 89
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