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sos de uno que cantó eJ Reino de Dios que lle– vamos en nuestro corazón : En el íntirno centro del corazón yo tengo• escondido un palacio, donde augusto Rey rp.ora; homenajes profundos a rendirle me vengo; y de dicha reboso, mientras mi alma le adora. Me parece que el cielo a mi Rey acompaña componiendo su corte que le sirve constante. En este reino oculto, todo de luz se baña y hay convites y fiestas y goce desbordante. Llevando este tesoro dentro del corazón, yo marcho por el mundo que es todo agitación, y mirar no le es dado mi palacio real.• Quizá los que me vean, adelante pasando, me desprecien por pobre. ,.Mi interior no mirando, no saben que, en mí oculto, llevo un reino inmortal. (Breviario de amor. C. V.), Pero el alma donde el Amado habita por la gracia, es mucho más que un palacio, adorna– do de toda clase de joyas y preciosidades mil: Es un templo vivo de Dios. Nos lo afirma San Pablo con estas pa}aibras: «¿No sabéis que soris te1nplo de Dios y que el Espíritu Santo mora en vosotros?» (1 Cor. 3, 16). El templo es la casa de Dios entre los hom– bres. En él se ora, se canta y se ofrecen a Dios sacrifücios. Y Dios en retorno de esas oracio– nes, cantos y sacrificios, comunica sus gracias y· favorés. Bl templo es el lugar donde prefe- 79
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