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razón y no se le dirige ni una sola palabra, ni una mirada siquiera, Estas almas sólo viven de exterioridades.. Buscan su felicidad en los placeres y satisfac– ciones que les brindan las criaturas, y no pien– san que en su interiór tienen al Sumo Bien donde se encierran todos los bienes. A oada una de estas almas ·.disipadas po– dríamos dirigirle estas _palaibras de San Juan . de la. Cruz: «i: Qué quieres; oh alma, y qué buscas fue– ra de ti, pues dentro tienes tus riquezas,. tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino que .,es tu Amado? Gó:ziate y :alégrate en tú in– terior recogimiento con El, ·pues lo tienes tan cerca. Deséaile y ámale ahí, y no le vayas a buscar foera de t,i, porque te distraerás y can– sarás, y no lo hallarás ni· gozarás más cierto ni más cerca que dentro de ti. Sólo hay una cosa, que aunque está dentro de ti, está escon– dido. Pero ya gran obra es saber el lugar don– de está escondido, para buscarle aUí a to cier– to» (Cántico espiritual 1, 8). Para ser alma interior es preciso, ante to– do, conocer esta sublime realidad que tienen olvidada tantos cristianos. Más no basta cono– cerla, es necesario vivir de ella. Esto es, comu– nicarse con el Amado, gozar de su presencia. El alma que en este poema nos manifies-- 71

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