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compenetra todas las cosas. El latido inmen~ so de la creación entera está.. dando·· testimonio evidente de su presencia soberana en el uni– verso mundo. Todo cuanto existe, nos está di– ciendo: «Aquí está Dios. El nos ha creado y nos conserva. En El vivimos, nos movemos y tenemos el ser». Pero en el alma del cristiano que se halla en gracia, tiene una presencia más íntima, más comunicable, más de su agrado que en todos los demás seres de la creación. En el instan– te mismo de recibir el santo Bautismo, o. des– pués de recibirlo, siempre que se sale del pe– cado por la Penitencia, Dios coloca en el co– razón del cristiano su morada de amor y de paz. Esta es una verdad consoladora que Jesús nos descubre en el siguiente texto evangélico, donde se condensa la quinta esencia del Evan– gelio : « Si alguno me ama, guardará mi pata~ hra, y mi Padre ,le amará, y vendremos a él y en éil haremos morada» (J,n. 14, 23). El que ama a Dios en Cristo, tiene que ser fiel a sus mandatos, pues esto es lo que exi– ge el verdadero amor. Por ello está libre del pecado y entonces la gracia santificante, co– mo vestido de luz, lo envuelve todo, le com– penetra, le anima como princ1p10 vital. Esto atrae las ·· miradas de Dios, quien por eso le 68

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