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cómo el Espo,so invita a la Espo,sa a salir al campo para· gozair de las delidas prirnlalVerales. La voz del Amado resuena dulce, insinuante, diciendo: « Levá111t,ate ya, amada mía, hermosa mía y ven. Que ya se ha pasado el .invti.erno y han ce– sado ilas lluvias. Ya han brotado en la tierra las flores, ya es llegado el tiempo de los cantares, y se deja oir en nuestra tierra el arrul1o de la tórtola. Ya ha ·echado la higuern sus brotes, ya las viñas en flor esparcen su aroma. Leván– tate, amada mia, hermosa mía y ven» (Cant. 2, · 10-13). Esta epifanía de luz, de color, de cantos y perfumes que trae consigo la primavera, según se escribe en el Libro Santo, es una bella ima~ gen de l,a que trajo Jesús al mundo cUJatndo apareció entre los hombres vestido de nuestra carne. Con su venida pasó el invierno, es decir, aquel tiempo frío y hórrido en que se hallaba el género ·humano envuelto en tinieblas de muerte, ,objeto de la ira de. Dios. Con Cristo nos vino la luz, la .armox1fa, la fragancia, la paz ; puesto que El venciendo al enemigo del género humano, el diablo, nos re– concilió con el Padre y de su Costado abierto brotó una corriente de v,ida sobrenatural que se desbordó por todo el mundo. El tiempo antes de Cristo fue tiempo de 57
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