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La gracia como el agua y la luz infunde la vida en nuestra alma, la sostiene y la desarro– lla. Billa es el prinoipio vital de la vida cris– tiana, y ella es la que da impulso a todas nues– tras buenas obras, la que hace crecer las vir– tudes, las que con ,ella son infundidas en el a:lma. Cuando esa gracia se vie11te en gran abun– dancia en nosotros, el jardín de nuestra alma se puebla de hermosísimas flores que alegran el corazón de Dios. Pero sin ella, el alma no es más que una tierra yerma y desolada, cubierta de sombras de muerte. Dichosa el alma que puede repetir con toda verdad: Bebí del agua aquella ; me bañaron los brillos de sus ojos; Cuando aquel que corresponde a la gracia de Dios y por ella impulsado, rompe con -el pe– cado o sale de la tibie2la, ocurre en su interior algo parecido a lo que se observa en la natura– leza cuando huyen las sombras de la noche y asoman los rompientes del día. Esto es lo que llamamos aurora. Por eso canta el alma: 52 radiante aurora bella trajo el día, y sus rojos fulgores dieron fin a mis enojos. La aurora trae a la tierra la vida, la anima-

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