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gdio como fuente de agua viva, se nos ofrece como foco inmenso de luz. El es la luz verda– dera que Humina a todo hombre que viene a este mundo. El, poco antes de dar vista al cie– go de nacimiento, hizo esta afirmación : « Yo soy la luz del mundo ; el que me sigue no anda en tini·eblas, sino que tendrá la luz de la vida». (Jn., 8, 12). La luz sobrenatural que se in:adia del ros– tro de Cristo, nuestro dulce Amado, también la recibió esta alma de nuestm cántico, la cual rompió con todas las cosas que la envolvían en somb1;as y se propuso llevar una intensa vi– da interior. Por eso añade a 110 dicho: me .bañaron los brillos de sus ojos; Lo cual quiere decir que las miradas amoro– sas de Jesús fueron para ella celestiales rayos que la envolvieron en soberana claridad. También la luz es una criatura en gran ma– nera bella y digna de ser apr,eciada por los be– neficios que nos dispensa. Ella es imagen del esplendor del rostro de Dios. Francisco de Asís ailaiba igualmente al Se– ñor por los focos de luz que vemos en el univer– so. Dice ,en su cántico que sea loado, en espe– da:l, por el hermano sol que hace .el día y nos alumbra y ,es bello y de gran esplendor; y que 49 4. - El poema de la vida interior.
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