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a na:cer de ti frutd». Y la higuera al instante quedó seca (Mt. 21, 19). El salir de la. tibieza ,a: la vJda de fervor es en gran manera difícil. Con frecuencia más fá– cilmente se convierte un ·pecador que un alma tibia. Para salir de la>·ijbieza, en numerosas circunstancias, se<, requiere un mifagro de la gracia, y este milagro,·lo sabe realizar Jesús. Cuando el alma tibia se hace fervorosa, hay también un resurgimiento a una vida nueva, espiritual, interior, toda de Dios. He aquí lo que hace el paso de Jesús por las alma,s : obra una transformación profunda, un cambio sorprendente, un milagro de su gracia. Esta obra de amor bien podemos verla aríunciada en aquellas hermosas palabras con que el Señor- por el profeta Ezequiel cuenta las amorosas solicitudes que tuvo con la na– ción judía. El Señor es el Esposo tierno y so– lícito que se desvive por regenerar, embellecer y llenar de vida a aquella nación ¡privilegiada, a la que amaba como a querida esposa. Cuanto se dice por el Prbfeta; lo puede repetir Jesús a cada una de las ailmas que resucita e infunde una fecunda vida interior. He aq,uí las palabras de Ezequiel : «Pasando yo cerca de ti..., te dije: - Vive, vive, oh tú que estás envuelta en tu sangre. Co– mo la ye11ba del prado te hice ·crecer, y tú ere- 42
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