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todo, la. senda de la perfección evangélica· se muestra a los ojos del .. alma luminosa y ac– cesible. Con esto se encienden los des·eos de seguir por ella sin desfallecimientos ni desmayos has– ta llegar a la meta. Así es como tienen magní– fico cumplimiento las pailabras de los Prover– bios: «La senda d~ los justos: es como la luz de la aurora que va en aumento hasta ser ple– no día>~ (Prov. 4, 18). Mas es menester disponerse a recibir esta luz divina que Jesús desea derramar sobre nues– tra alma. Paira que el sol bañe bien con: sus ra– yos un. objeto cualquiera, éste tiene que estar al alcance de sus rayos. Una casa hermética– mente cerrada no .gozará de la claridad del día. Para que Jesús ilumine nuestra alma, nos es de todo punto necesario recibir en nosotros sus luces divinas. Hay que abrir ,el corazón a la influenoia y a la acción de 1a. gracia. Hay que dejar penetrar la luz, sin ningún obstáculo, sin nada que se interponga entre El y nosotros. Sólo así es como podrá embellecernos y vi– vificarnos como El desea. De lo contrario se– guiremos envueltos ·en tinieblas de muerte. Se– rá en nosotros una triste realidad este lamento : Noche fría y oscura sobre mí sus crespones entoldaba. 32

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