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Esta es igualmente 'el agua que brindaba a todos los homibres ,en el último día de 1a fiesta de los· Tabernáculos, cuando afaando su voz en los atrios del Templo, gritó diciendo: «Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba». (Juan, 7, 37). La gracia es· el agua ,de Jesús. Ella constitu– ye el principio de la vida interior. Se nos in.:. funde en el alma para transformarla y elevm,la a un orden superior, sobrenatural, divino, ha– ciéndola partícipe de fa misma vi:da de Dios. Ella· es algo así como el calor de intenso fue– go al cual rS~ se junta el hierro, éste queda pe– netrado de su calor, de modo que no parece sino otro fuego. O como la luz. que al proiyec– tarse sobre un cristal, lo deja clarificado, de fonna que semeja urr foco de luz resplandecien– te. La gracia nos eleva sobre todos los seres de la creación, aun sobre los mi,smos ángeles con– siderados en su ser natural y 'nos coloca al mis– mo lado de Dios, estableciendo en nosotros su reino divino. Nos asocia de inefable modo a su celeste compañía. Nos haJCe sus famiHares, sus domésticos, dioses por participación. «Dios - dice San Pedro - nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacemos así partícipes de la divina natu1:1a1leza» (2 Pe. 1, 4)- 19
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