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tá su .dicha..Con su correspondencia puede dát principio ,a una vida toda nueva. Se da cuenta de cómo su Amado ha v,enido a ella, dulce, y amoroso, para renovarla y hacerla feliz. Contempla el divino pecho del Amado ras– gado por una lanza y ve brotar de él todo un torrente de vida sobrenatural, capaz de vivifi– car :todas las almas. Precisamente ese raudal que es inagotable, es lo que a ella puede reanimarla, transformar– la, embellecerla. Beber de este divino raudal es lo que ella necesita ¡para no desfallecer. Por eso dice: De su pecho llagado agua viva fluía, y a mí, muerta de sed, me la ofrecía. He aquí ilo que sin cesar nos está ofrecien– do el Hijo de Dios: el agua salutífera de su gua~ cia. Esta es el agua que brota de su Corazón y salta hasta la vida ete11rna. Esta es la que úni~ camente puede apagar la sed que constante– mente devora el corazón del hombre. Esta es el agua que ofreció Jesús a la Sa– maritana, sentado en el brocal .del pozo de Ja.: cob, con estas palabras: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú le pedirías a ély él te daría el agua viva» (Juan, 4, 10). 18

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