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Esta mirada al cielo es 1o que la conforta, la anima y la sostiene al verse desterrada en este vaLle de lágrimas, en donde se siente víct,ima de una muy triste, ,aunque muy dulce nostalgia. A:sí va pasando la vida temporal, esperando el moniento en que se rompan lOls lazos que la sujetan ,al suelo. En su corazón se abrigan sei;i– timientos muy parecidos a los de Santa Mónica. Esta :santa mujer, después de un largo via– jé, se hallaba en e:l puerto de Ostia acompañada de su hijo Agustín ya oonvertido a D.ios. Ella miraba al cielo y ,sent:La viví,simos deseos de affiba:r a él. P.or ,eso prorrumpe en esta exclia– mación: «Hdjo mío, por lo que a mí toca, ya ninguna cosa me dei1eita en esta vida. Yo no sé que he de hacer de ·aquí en adelante en este mundo, ni para qué he de vivir aquí, no tooien– do que esperar cosa alguna oo este siglo». Igualmente -el alma interior repite una y otra vez : «¿Qué hayo yü en este mundo?... Dios es el centro de mis anhelos y 1 aspiradones. Sólo en El hallo mi descanso y fedicidad. Es verdad que lo tengo en mi corazón. Siento su divino abrazo que me alienta y me conforta. Pero sus– piro por una unión más perfecta. Quiero con– templarle sin sombras ni velos para gozar de su posesión plena y perfecta. Es cierto que mi vida no es más que 'lma delgada tela; pero aún así me impide la contemplación directa del di- 141

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