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sas. Para él esta paz inefable de que goza el al– ma que ha llegado a la íntima: unión con Dios no es más que un ,sueño, una irrealidad. Por eso ilas almas interiores son incomprendidas por la inmensa mayoría de los hombres. Se las juzga .apocadas, retria:ídas, poco comunicativas y hasta raras y extravagant,es. Pero ellas encuentran en sí mismas, donde mora el Amado, su reposo, su verdadera paz. ¿ Qué les importan los juicios de los hombres? Ellas transcurren la vida llevando todo un cie– lo en :su corazón y no aspiran sino a que se rompa la tela de esta vida terrena, a fin de que gocen deyleno ila vida eterna que ya han co– menzado a saborear. Aunque sólo fuera por esta paz inefable que proporciona la vida interior cuando se vive en toda su intensidad, es digna de ser grandemen– te apreciada y de desarrollarne por todos los med1os. La paz, hablando en general, es bien tan grande que todos los hombres, aun los munda~ nos, la desean. Pero muchos la buscan donde ella n@ está: en las satisfacciones sensibles, en los placeres que el mundo ofrece, en los éxitos y en los triunfos de los. negocios, en lais cien– cias, en 1as artes, en todas las demás activi– dades humanas. Con• frecuencia: esa paz que brinda el mundo termina en la inquietud, en 131
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