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En esta elevada cumbre de perfección, «es– tando ya la cas.a sosegada», es cuando el al– ma halla su reposo en Dios y repite los versos de nuestro poema : Hay paz bajo mi techo; llegó a su puerto la agitada nave; La perfecta ·paz del alma no puede hallarse más que en la íntima unión con Dios. Entonces es cuando las potencias del alma y los senti– dos del. cuerpo obedecen por completo al im– perio de la voluntad que se halla transfundida en Dios. La divina caridad ardiendo en eJ alma con abrasadores tncendios logra •subyugar las pasiones y purgar todos los desordenados ape– titos. Esto es lo que hace que reine, en todo el inter.ior, una suave armonía que deja el cora– zón inundado de inefables deleites. El alma que no ha llegado aún a ila perfec– ta unión con Dios, no cesa de experimentar en sí misma una constante y penosa luc:ha. Es ver– dad que el Señor la atrae hacia sí con sus divi– nos atractivos ; pero todavía le sonríen los en– cantos del mundo. Aún siente el impulso de las pasiones que _le prnsentan la dorada copa del placer sensible. Diríamos que esa alma en este estado es como una frágil barca que en me– dio del mar experimenta las sacudidas del vien– to y de las olas, y tiene que valerse de toda su 128

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