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Llega un :rp.omento en que el alma abre sus ojos a la realidad de las cosas. Entonces rom– pe con todo y se entrega al divino servicio. Ha– lla en el fondo de su corazón a Dios, y en este. dulce e inefable encuentro se s~ente inunda:rse de oonsueilos iÍJndecihles. Pero los consuelos de Dios, con frecuencia, poco a pooo van desaipareciendo. En el int,erior se siente una sequedad horrible. El corazón pa– rece un desolador desierto. Ya no se siente a Dios, sino que se sufre su ausencia. Una ausen– cia larga, penosa, torturante. Sólo la fe sostie– ne al alma en medio de estas pruebas doloro– sas. Viene la noche del sentido y tras ella, la noche del espíritu, en que el Señor purga al alma con oscuro fuego. Una horrorn,sa tinie– bla viene a envolverla. Mas terminadas esas pasivas purificaciones, tras la noche se acerca 1a aurora con sus le– vantes daros y hermosos. Entonoes se hace el dí 1 a. En este estado, el alma íntimamente unida con Dios puede cantar con San Juan de la Cruz los beneficios de aquella noche en que el Se– ñor la introdujo: ¡ Oh noche que guiaste, oh noche amable más que la luz de la alborada, oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada. 127

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