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COMENTARIO El alma que, mediante el constante ejerci– cio de la vida interior, ha llegado a las cumbres de la transformación en Dios, no puede menos de sentirse embestida de una suavísima e ine– fable corriente de íntima paz. Esta alma afor– tunada ha sido como un río impetuoso que co– rre hacia su centro, pero ha llegado ya al mar y allí se remansa y reposa. La paz, a la cual todos aspiramos, muchas veces queda alterada por múltiples inquietu– des. Antes de su conversión total ,a Dios no puede gozar de ,ella el alma, porque el amor a las criatums la dejan desasosegada e inestable. Vuela de acá para allá como incauta mariposa libando su miel por el mundo; es decir, bus– cando el contentamiento de su corazón. Y en todas partes y en todas las cosas no encuentra más que amargura. El remordimi 1 ento no la deja reposar. El vacío que experimenta en su corazón la hace vivir en una inexplicable angus– tia. Sin el amor de Dios, el amor a las crfaturas no engendra más que frío, vaciedad, guerra perpetua. 126
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