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seo. El ha puesto en mí su vida. El se ha entre– gado a mí pam que yo le ame y le goce. Mi Ama~ do es para mí, po11que yo puedo abrazarme a El íntimamente, adherirme a El de forma que no hay entre nosotros más que una sola vida. Yo soy para El. A El me he entregado sin re– serva y para siempre. El se ha adueñado de to– dos mis sentidos y potencias, y yo cifro toda mi felicidad en poner e,n sus manos mi cora– zón, y El in:vade todo mi ser para darme vida. Como Teresa de Jesús puedo repetir: Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado. El alma ha llegado ya a la transformación en Dios. Ella se da cuenta de que su vida está renovada, elevada, deificada. Así puede excla– mar ,en los versos de nuestro poema : Todo en mí está trocado: « Ya no vivo yo; vive en mí el Amado». En ella se ·han realizado de una manera sor– prendente las palabras de San Pablo .en que es– tá inspirado erl último verso : « Vivo yo ; mas no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2, 20).' 121
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