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· toda frecuencia, una dulce y amorosa conver– sación con Dios. Esto engendra ila intimidad. La oración cada día se hace más frecuente y fervorosa hasta llegar a la llamada oración de simplicidad que consiste en mirar y amar a Dios. Oración que viene a ser una prepal'.'ación para la contem– plaoión mística. Ya entonces el alma no tanto busca a Dios, sino que vive con El, asociándose a su vida trinitaria. En este estado se realiza de un modo mog– nífico la que dice San Juan: «Nuestra comu– nión es com. el Padl'.'e y su Hijo Jesucristo» (1 Jn. 1, 3). Es decir, que el alma ya goza de la compañía de las tres personas de la Santísima Trinidad y forma sociedad con ellas. Si el alma persevera en est,a intimidad con Dios, desprendi<la de todas la,s cosas de la tie– rra, muerta. para el pecado y sus pasiones, des– pués de pasia:r por Las tel'.'ribles noches del sen– tido y del espíritu en que el Señor la purga y limpia más y más con el fuego oscuro de sus crisoles, llega por fin, a hacerse una cosa con el Amado. Hay entonces trueque de corazones hasta ser una sublime realidad lo que la espo– sa dice en el Cantar de los cantares: «Mi Ama– do es para m{ y yo soy para El» (Cant. 2, 16). ¡Dichosa el alma que puede en verdad ex– clamar así!: Mi Amado es para mí. Yo lo po~ 120

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