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transformaoión que es fruto de la vida interior. Una vez que el alma, correspondiendo a la divina gracia, sale del peoado y de la tibieza, se hace conciencia de que Dios ha tenido en ella su epifanía. Ha venido a poner en ella su trono de amor. Entonces siente que todas sus facul– tades tienden a descansar en el Amado, el ouwl ejerce en ellas el más suave atractivo, como si fuera un ,poderoso imán. En la inteligencia hay un ansia de luz celeste que sólo Dios puede co– municar. Su corazón experimenta una ardiente sed de amor que sólo con el abrazo del Ama– do logrará saciarse. Esta tendencia a Dios se va haciendo cada vez más viva. Y a medida que el a:lma va aipe– teciendo con más ardor el abrazo del Amado, más se despega de las cosas de la tierra y no hace sino suspirar por las del cielo. Todo lo que hay en el mundo ,por precioso y rico que sea, no es pava ella sino basura. Esta aspiración a Dios la hace vivir en un ardiente anhelo de la posesión definit-iva de EJ. ·No parece sino que en ella está resonando un canto nostálgico en el que se manifiestan los ardientes deseos de la unión con Dios plena y perfecta que sólo puede realizarse en fa patria bienaventuradá. En.este canto nostálgico del alma, vienen a repetirse de aJgurna manera estas ideas que San 118
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