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más cuando dice: «De la naturaleza del amor es transformar el amante con eil amado; por consiguiente, si· amamos lo vil y caduco, nos hacemos viles e inestables. Si amamos a Dios, nos haoemos divinos». No es extraño que en este poema de la vida interior, después de habérsenos hablado de la íntima comunicación del alma con Dios, se nos diga: La dulce compañía del Huésped que, en mi casa, está albergado. transforma el alma mía. Está transformación es honda e ihtensia. Una transformación que lo abarca todo. Según se da a entender en ei verso, t:riansforma el alma del alma, es decir, lo más profundo de ella, el fondo del espíritu. Y desde este fondo se trans– funde a todo el intedor : a La inteligencia, a la voluntad, al corazón. Y como es naturail, esta transformación interior tiene que comunicarse de alguna mooera al exterior: a los sentidos, a las palabms, a las acciones, a toda la activi– dad del hombI1e, a toda fa v,ida individual, fa– miliar y sociail. Esta v.ida está entonces plena de vfrtudes y santas obras que son objeto de las complacencias de Dios y sirven de edifi- oadón al prójimo; , Veamos ahora cómo se lleva a cabo esta 117

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