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cosas. Sobre todo se halla escondido en mi más :profundo centro. Aunque no 1o sienta, aunque parezca ocultarse, El continúa en mí,• comu-' nicándome su vida, haciéndome partícipe de sus bienés». El alma interior, a pesar de su sequedad, sigue recogida, y aunque dentro de ella, no se advierta más que tinieblas, se oonforta con lo que le dice la fe, esperando en que, por la bon– dad de Dios, después de las sombras vendrá la luz. Nada le atrae sino el Amado escondido en su corazón, y a El tiende como a su centro de vida. Por eso, dándose cuenta de las riquezas que lleva dentro, todo lo de afuera le asquea. No aspira sino a verse desprendida de todas las cosas, permanecer en silencio y soledad, recon– centrada en sí misma, atenta al precioso tesoro que repleta de amor, guarda y adora. Y siem– pre que alguna perturbación v,iene a robarle la paz interior, exclama con decisión y firmeza: 114 Ruidos perturbadores, dejadme en mi interior recogimiento; cesen vuestros rumores ; no me ahoguéis el acento del Amor con quien hablo en mi aposento.

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