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con Dios es lo que oonduce a la verdadera vii.da interior, o sea, a v,ivir siempre en la presencia de Dios. , Esta habitual presencia de Dios s·e llama también oración continuada o de profundidad, o espíritu de oración. Con esto se cumple a perfecoión el consejo del divino Maestro que nos dice: « Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Le., 18, l}. . Bl que está penetrado de este espíritu de oración, ve a Dios en. todo y todo le habla de Dios : el aire que respira, el agua que templa su sed, el polvHlo que huellan sus plantas, la flor que le recrea con su matiz y perfume, el ave que le alegra con sus trinos, la estrella que le. envía su luz por la noche, el dolor que punza su corazón, el gozo que se lo ensanoha, el deber mornótono y constante, las _contrariedades de la vida. Todo le hace pensar en :Dios y todo a El le ,encamina. Dios en todia1s partes y en to– das las cosas, pero sobre todo oculto en el pro– fundo centro del corazón, es· el pensamiento en que vive absorta el ,alma interior. Esta vida de oraoión es muy parecida a la vida de los. santos del delo. Es verdad que to– davía se ve envuelta en sombras y con frecuen– cia se halla cercada de dolores; pero, al fin, con ella el alma se halla unida a Dios, trans- :103
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