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tenga en gran aprecio la or\lción y que no, q_edi-. que a ella todo el tiempo que le permitan sus ocupaciones. La oración es para ella su respi– ración, su aire de vida, su manjar, su bebida, su ocupación preferida y constante; En ella, no tan sólo medita reposadamente las verdades de nuestra fe, sino que vuelca todo su corazón en fervorosos afectos. Estos afectos, a medida que el alma va co– rresr>ondiendo a la gracia e intensificando su vida interior, ·se simplifican hasta que la ora– ción se convierte en una sencilla mirada amo– rosa a Dios, o en un sentimiento profundo, ín– timo y prolongado de la divina presencia. El alma no hace entonces más que mirar y amar. Esto viene a ser ya el camino para la con– templación infusa que Dios concede a muchas almas interiores. Bsta contemplación es una vista o conocimiento de Dios simple y afectuo– so y de las .cosas divinas, efecto de una luz so– brenatural que se ,proyecta en el alma. «La contemplación - dice Ruysbrochio - es un conocimiento superior a las diversas ma– neras de conocer; superior a las distintas for– mas de saber. Es también superior a la razón; de manera que sus esfuerzos para descender hasta ella resultarían inútiles y ésta por su par– te no podría elevarse por medio de transpor– te alguno hasta alcanzar el lugar en que aqué- 100

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