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que i1a Uena de suavidad y de ternum. Soplo que ,orea, como caricia, el corazón del hom– bre interior y también como grato perfume recrea el corazón de Dios. Se afirma en el último verso que está siem– p11e en su casa resonando, porgue la comuni– cación del alma interior oon Dios es habitual. Es verdad que no es ininterrumpida como la que tienen con el Señor los bienaventurados en· el cielo, los cuales sin cesar se arroban en la visión de Dios. Esto no es posible en este des– tierro que es valle de sombras, en donde no po– demos gozar de la luz de gloria en que se ven envueltos los santos que contemplan la esencia divina. El viajero no es posible que disfrute de los esplendores de la patria. El alma deste– rrada, por más que se esfuerce, no logrará te– ner en todo momento la mente absorta en Dios. Sin embargo el corazón del alma interior va dirigido en todo tiempo hacia su Norte, es– to ,es, al obj,eto de su amor que es Dios. De este modo podemos decir que, en el orden sobrena– tural, acaece algo parecido a Jo que se experi– menta en el orden de la naturaleza. Nuestro co– razón está sin cesar latiendo, regulando así el movimiento circulatorio de la sangre, y esto es lo que conserva la vida de nuestro cuerpo : El latido del corazón pasa inadvertido para los de– más miembros que continúan ejercitándose en 98
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