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ción? ¿Condenará a muerte al reo? ¿Le dará liber– tad? ... Entre los gritos de la muchedumbre oye que se ha pronunciado el nombre de Galilea, y aprovecha la· oportunidad para desentenderse de la causa de Jesús. Como la Galilea dependía de Herodes, quiso que él asumiera la causa. Y a Herodes envió el reo maniatado. Pero ni por ésas consiguió cosa algúna. Herodes, viendo la actitud silenciosa de Jesús, juzgó que estaría loco; se burló de él cuanto quiso, y de nuevó lo remitió a Pilatos. Í:ste busca nuevos subterfugios; apela a otros re– cursos; y todo, todo le ·sale al revés. Ni aunque lo parangone con Barrabás, insigne malhechor y homicida. calificado, consigue nada. El pueblo, ciego y desatento, pide la libertad del criminal y la condenación del inocente. Ni aunque lo vea rasgado por los azotes y corbnadO de es– pinas.... Todos sus deseos se concentran en aquel grito infame, baldón de su pueblo: - ¡ Quítalo de ahí! iCrucifícalo! Si das libertad a ése, no eres amigo del César. Porque todo el que se hace rey, contradice al César,_:_ · iEn qué· apuro tan grande han metido aquellos hombres a Pilatos! Malhumorado siempre con ellos, siempre desabrido, se va dejando vencer. Cada vez que les habla pierde terreno; cede vergonzosa– mente ante los gritos tumultuarios de la fiera humana. Buena cuenta se dan de ello los dirigentes del pueblo y hacen· esfuerzos. supremos para conse– guirlo todo. 79
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