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Tal y como lo habían visto hacer a sus amos, así fueron repiténdolo ellos. Los escarnios, los insultos, las burlas se sucedieron sin interrupción. Tenían que pasar la noche divertidos. ¿A qué aburrirse sin hacer nada, vigilando al reo mano sobre mano? · ttay que hacer algo. Buena ocasión se les presentaba para divertirse a costa de un inocente, de un hombre indefenso. .-Ahí. está el Nazareno. ¿No ha dicho que es un profeta? Veámosló.· Y vuelven a taparle los ojos. ¿Es que la mirada de Jesús, mirada penetrante, divina, penetraría hasta en las reconditeces de su alma pecadora y criminal? Muy posible era que la mirada de aquellos ojos los avergonzase; los confundiese; fuera para ellos un remordimiento, o un freno.. Y para librarse de él, le vendaron los ojos. No querían que los mirase. Y le daban golpes y bofetadas. ¡Oh! Aquellas mejillas divinas, tan hermosas, tan sonrosadas, se volvieron amoratadas.... Aquel ros– tro encantador, que los ángeles contemplaban llenos de dulce embeloso, que los cielos miraban llenos de gozo sin cansarse; aquel rostro de gracia lleno se cubrió ·de sangre. De su boca, que tan sólo· tenía palabras dulces y sonrisas amables, comenzó a brotar la sangre. Y así, recibiendo bofetadas, hecho el blanco de las burlas de hombres viles, pasó Jesús una hora, dos. .. tres... muchas horas; las horas todas de aquella noche, que parecía eterna. Noche triste para Jesús. Su alma está como el náufrago en alta mar, rodeado de las amargas olas 73
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