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vadle con mucho cuidado, no se os vaya a escapar de entre las manos.» Temblaban, al pasar la turba, las ramas de los árboles; temblaban los tiernos arbustos del huerto. Extraña conmoción sintieron las piedras del camino, cuando se dieron cuenta de los pasos criminales de Judas. Y en las alturas del cielo la luna se ocultó medrosa entre las nubes, y las estrellas cerraron sus ojos para no ver...,. Se aparta el apóstol del pelotón de soldados y apresura el paso; conoce perfectamente el camino; conoce el lugar; lo tiene bien estudiado todo; tan medido, tan calculado, que, humanamente hablando, no se le puede escapar el golpe. No hay duda. Allí está el Maestro. Cerca unos pocos apóstoles duermen perezosamente. Aunque quisieran defenderlo, ¿qué son ellos tres contra todo un ejército bien armado? ... Y se acerca Judas; le besa en el rostro, y con fementida ironía le dice: «Dios te salve, Maestro.» Beso criminal; beso traidor; beso de unos labios inmundos y negros como la noche y el infierno. Ya Judas cumplió su oficio traidor. Sin tardar entran en escena los ministros de los sacerdotes. Llegaron en confuso tropel los soldados, los sayo– nes, la cohorte que le habían dado para llevar a cabo el prendimiento. Llegaron todos bien armados; preparados a echar mano a Jesús. No vieron bien a quién besó Judas, y permanecieron· indecisos un instante. Majestuoso les sale .Jesús al paso sin temor, en el momento mismo en que llegaban los ministros. También Él lo tenía todo medido. - ¿A quién buscáis? 54
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