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X EL PRENDIMIENTO Dice el evangelista San Juan, que cuando Judas salió del cenáculo era de noche, muy de noche. Noche obscura y cerrada para su alma empeder– nida; empecatada, dominada por el vicio. Pasó una hora; pasaron dos, varias horas, y Ju– das no aparecía. · Estaba ultimando su plan. Bien conocedor era él del lugar donde Jesús se retiraba para la oración de la noche. En el huerto de Getsemaní tenía que estar, como de costumbre. Y allí dirigió sus pasos con la guardia romana y los esbirros del pueblo, seguro de encontrarle. A· no ser que cambiase de lugar en aquella oca– sión.... Pero no; allí estaba necesariamente, según sus cálculos. Con linternas en la mano, y en tinieblas el cora– zón, avanzaba cáuteloso por entre los árboles aquel pelotón de hombres criminales, resguardados por la obscuridad de la noche. Nadie podía imaginar el crimen que se iba a perpetrar. Ni los mismos após– toles; que, despreocupados, se durmieron, sospecha– ron de lo que se trataba. Ya avanzan, ya avanzan, guiados por Judas, que es quien mejor conoce el lugar; y para mayor se– guridad les repite la .consigna: ·«Aquel a quien yo besare, ése es. Cogedle y lle- 53
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