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tte ahí sus proyectos cavernosos. Ni que hubieran salido de los antros del infierno. ttombre más antipático, sér más repugnante que Judas, jamás pisará la tierra. No es tan vil-¿qué ha de serlo?-ni tan astuta la serpiente que se des– liza por entre el ramaje, como aquel judío. Judas, para disimular, asiste la noche del jueves a la cena del cordero. Cuando salió del cenáculo era ya de noche. era noche obscura en la ciudad, y más obscura y con tinieblas más negras en el alma del apóstol. Aquella noche de su alma nunca más vió aparecer en adelante el claro sol. A tientas, y como pudr se lanzó por las calles de Jerusalén, hasta llegar a la casa donde estaban reunidos los magnates de Israel. Iiabla con ellos, cambian impresiones, y al fin, se determinan a llevar a cabo la captura de Jesús aquella misma noche. Les urge acabar con él cuanto antes. De otra suerte, nadie sabe lo que sucederá. Agitado, nervioso, convulso, acompañado de los soldados romanos y de una patrulla de esbirros, se dirige al huerto de Getsemaní. Sabe que allí ha de estar Jesús, como de costumbre. Y con toda cautela, para n'o ser descubierto, se desliza por entre los árboles, hasta llegar muy cerca del Maestro. ¡ Ahí está! ... fa él. Los otros apóstoles duermen descuidados, sin apercibirse del peligro inminente que les amenaza, sin darse cuenta de que la tormenta está encima. Y acercándose el traidor a Jesús, le besó en el rostro, diciéndole: «¡Salve, Maestro!» Mayor villanía jamás los siglos presenciaron. 50

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