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sobre todo después que el traidor abandonó su com-' pañía. ' Ahora buscaba otra clase de consuelos superiores en la oración, en la comunicación íntima con su Eterno Padre. A eso iba al huerto, a orar, a prepa– rarse para la lucha, a buscar fuerzas para la ba– talla, a buscar consuelo para su espíritu; el con– suelo que los hombres le negaban. Tristes caminaban los apóstoles, con paso pere– zoso seguían al Maestro, callados, meditabundos, sin ganas de hablar, presintiendo algo serio. Y esos temores aumentaron más, al oir que Je– sús les hablaba, sin detener el paso: «Todos vosotros vais a escandalizaros en mí en esta noche. Porque éstá escrito: fieriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.» ¿Entendieron lo que Jesús les anunciaba? ¿Com– prendieron todo el alcance de sus palabras? ¿Vieron tan de cerca la tormenta como se les decía? ... Siguieron caminando y se internaron en el huerto de Getsemaní. A la entrada. mandó Jesús que se. quedasen los apóstoles. :Él avanzó un poco más, hasta el lugar de costumbre, llevando consigo a tres de l.os suyos, los más íntimos, los más predilectos, los que le vieron transfigurado en el Tabor. Justo era que éstos ahora párticipasen de sus dolores y sufrimientos, como antes participaron de sus alegrías; que le viesen abatido y triste, como antes le vieron res– plandeciente y glorioso. Eran Pedro, Santiago y Juan. Caminaban en silencio los cuatro. Jesús lo rompe para decir: «Estoy triste, muy triste, amados míos. Mi alma 44

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