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guno se atrevió a hacerlo, mucho menos durante las solemnidades de la Pascua, por temor a un motín del pueblo, tan entusiasta de Jesús. Más bien procuraron dejarlo para después de las solemnidades. Esos eran sus proyectos. Otra cosa estaba determinada desde toda la eternidad. Reunidos se encontraban los grandes de la nación, deliberando sobre estos asuntos, cuando en el salón mismo se presenta un hombre de mirada torva, de hosco rostro y de pocas palabras, que quiere hablar– les algo interesante para ellos; precisamente el asunto que tienen entre manos; y eso en secreto y sin testigos.... Entra Judas en la sala del Consejo y los ojos de todos se clavan fijamente en él, uno de los doce más afectos y seguidores más asiduos de Jesús Naza– reno. ¿Qué querrá aquel hombre y en tales circuns– tancias? ¿Cuáles serán sus proyectos? ¿Qué bus– cará en aquella reunión? ¿Si vendrá a espiarlos para deshacer sus proyectos? ... Y aun cuando le admitieron en la reunión, era preciso obrar con toda cautela, tomar todas las precauciones posibles, no fuera a armarles una mala partida. Y tan seguros que obraban; como que llegaba a hacer el contrato de Jesús. Habló Judas con ellos; deliberaron; discutieron. tlubo opiniones para todos los gustos. Por fin se determinaron a obrar con rapidez y seguridad en un asunto tan importante. Y después de arreglado todo se hizo el contrato. -¿Qué queréis darme y yo os lo entregaré?- -Con treinta siclos tendrás bastante.- Judas aceptó sin poner mayor resistencia, ni la 22
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