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lo que pasa, se aposta en las bocacalles, en actitud observadora; al esparcirse luego la noticia de que el joven Nazareno ya está en poder de los grandes de la nación, y que ha sido condenado a muerte por el tribunal religioso, se va reuniendo en los puntos más céntricos; la noticia corre veloz de boca en boca, la ciudad despierta como .de un letargo, para caer en un exceso de locura, congregándose ante el Pretorio, donde reside el Gobernador romano, y hacer lo que manden los cabecillas, enemigos del Cristo. Allí, allí está reunida la ciudad de Jerusalén en pleno. No es ya tan sólo el pueblo ignorante, la gente baja, la chusma; son también, y principal– mente, los grandes de la nación, los sabios e intér,– pretes de las Santas Escrituras, los escribas y doc– tores de la ley, los fariseos y pontífices, azuzando las pasiones de la gente humilde, exigiendo que pida la muerte de Jesús; y el pueblo, movido por los dirigentes, grita y pide, vocifera hasta enronquecer contra su Mesías. Semejante conducta clama al cielo; todo es falta de nobleza, de dignidad; todo se hace a traición. La' ciudad en pleno es merecedora de un castigo ejemplar. Derelinquamus eam - Abandonémosla, pues. No merece otra cosa. Y ¡qué triste es el abandono de Dios! ¡ Qué triste es la separación de Dios! Sí, Jesús abandona para siempre a su ciudad. Sale de Jerusalén con la cruz a cuestas. Muere crucificado sin dirigirle una sola palabra, ni una mirada, ni un recuerdo. Ya está abandonada de Dios. Pronto la abandonarán los hombres de grado o por fuerza. · 2 Madridanos, Cristo paciente 17

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