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Es la suerte de las naciones sobre las que cae la maldición de Dios. Y ¡ qué terrible es la maldición! Los pueblos antes prósperos, llenos de vida y de honradez, abundantes en bienes materiales, y más abundantes en cosechas espirituales, llegan a una ruina espantosa, a una degradación escalofriante, a la miseria, la confusión, el caos. Dios huye de ellas, y con Dios huyen todos los bienes. Dios huyó de Jerusalén; quedó sola, triste y abandonada. Dios huyó de Israel; qµedó a merced del capricho de sus enemigos. ¡Ay! i Jerusalén! i Jerusalén! Si hubiera hecho caso de las palabras del Salvador ... Si hubiera conocido el día de su visitación.... Si se hubiera dado cuenta de que por sus puertas le entraba la salud.... 12

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