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Imposible, imposible; empedernido el pueblo, y más empedernidos sus dirigentes, no quisieron ver la luz que iluminaba sus ojos; no quisieron reconocer el tiempo de su visita; no quisieron aprovechar los días de salvación. Para colmo de todos los males, y como remate de sus pecados, añadirían cinco días después el dar muerte a su Cristo, como así lo hicieron, colgándolo de un palo. Y después ... después sobrevendrían los más te– rribles .castigos, tal y como Jesucristo los anunciara, hasta quedar arrasada por completo la ciudad ma– terial, sin dejar en ella piedra sobre piedra. El hambre, la sed, el fuego, las matanzas más horro– rosas fueron los verdugos que en ella se ensañaron. Y después ... después la destrucción del pueblo; la dispersión por el mundo; el desprecio que hacia él .sienten todos los hombres. ¡Pueblo desgraciado, criminal, deicida! Siempre errante, maldecido siem– pre; sediento de dinero como un hidrópico; avaro, usurero, metalizado. Siempre odiado y odiando siempre. Sin patria, sin hogar, sin templo, sin sacrificios, llorando unos pocos junto a los muros de Jerusalén; esperando - ¡ vana esperanza! -- la venida del Me– sías. Las palabras que Jesús pronunciara el día de su triunfo entre suspiros y lágrimas se cumplieron al pie de la letra. Sus vaticinios tuvieron una triste realidad. A tiempo los hizo, cuando pudieron arrepentirse y hacer penitencia.· Pero el pueblo, que había ce– rrado sus oídos a las voces de los profetas en otros tiempos; el que había dado muerte al Bautista, se burló de estas amenazas del Profeta grande, des.,. haciéndose también de él. 11
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