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aquel llanto en medio del triunfo? ¿a qué aquellas tristezas, cuando de todos era públicamente acla– mado? Cualquiera que no. estuviera ciego, o dominado por la pasión, podría darse cuenta del estado vio– lento que rodeaba a Jesús de Nazaret por parte de los principales del pueblo. Estado que comenzó a declararse desde los primeros días de su manifesta– ción, y que fué acentuándose de. una manera cada vez más clara, a medida que pasaba el tiempo y se iban desenvolviendo los acontecimientos. En un principio son indirectas; después son pre– guntas capciosas; dudas muy estudiadas; al fin, arrancándose la careta, desvergonzados se le presen– tan, se lanzan contra él, y hasta quieren apedrearlo. Jesús lo sabe todo. Jesús conoce todas las ma– quinaciones que se han tramado, que se están tra– mando· dentro de los muros de Jerusalén, junto al mismo templo, en casa del Sumo Sacerdote; y llora amargamente por la ciudad, por la nación, por todo el pueblo. «iAh! ciudad ingrata, proterva, Jerusalén! ... Si conocie.ses también tú, por lo menos en este día que se te ha dado, lo que puede traerte la paz; mas ahora: todo está oculto a tus ojos. Porque han de venir días sobre ti en que tus ene– migos echarán trincheras en torno de ti, y te rodea– rán de .contramuros, y por todas partes te estrecha– rán. Y te arrasarán con los hijos tuyos que tengas encerrados dentro de ti, sin dejar en ti piedra sobre piedra; por cuanto has desconocido el tiempo de tu visitación.» i Terrible profecía, acompañada de hondos suspi– ros, de amargas lágrimas del liijo de Dios! ... Grande, enorme, inmensa tenía que ser la res- 9
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