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mañana del domingo, sin tocar la piedra, sin rom– per los sellos. Y triunfante, glorioso, resplandeciente se lanza fuera. i Jesús ha resucitado! i Aleluya! ¡ Aleluya! ¡ Ale– luya! En aquellos momentos la creación entera entonó un himno grandioso, triunfal. Era e1 himno de la resurrección de Cristo. Los cielos se alegran; la tierra sálta de júbilo. Los ángeles baten sus alas acompañando en triunfo al Divino Resucitado. Un momento después el ángel que velaba junto al sepulcro, rompe los sellos, derriba la piedra y deja franca la entrada. ¿A qué tenerla cerrada, si ya no está ..allí el ca– dáver de Jesús? ¿A qué guardar entre los muertos al que está vivo? Todo está de sobra; piedra, sellos, guardias, pre– cauciones. ¿Qué pasó entonces en el huerto? Un fuerte sacu– dimiento de tierra hizo comprender a los soldados que algo extraordinario por allí pasaba. Marchan rodando; caen despavoridos. Se levantan, pasado el susto, y ven el sepulcro abierto, sin que mano de hombre haya quitado la piedra. Penetran en él, y tan sólo encuentran los lienzos y el sudario que envolvieron el cadáver. No hay duda. Jesús ha resucitado, como lo había dicho. ¿Pruebas más elocuentes? Que hablen los solda– dos. Ellos, ellos son buenos testigos. Dux vita.e mortzizis regnat vivas- «El Rey de la vida muerto reina vivo». Ego sum resurrectio et vita~«Yo soy la resu– rrección y la vida». 214

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