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· Así pasaron las horas tranquilas desde que Jesús fué sepultado hasta la mañana del domingo de Resu– rrección. Realmente, la obra estaba terminada con su muerte. Después siguió el reposo, la tranquilidad, la calma del sepulcro, el sueño de la muerte. Pero, ese sueño ¿habrá de ser eterno? ¿será el sueño que se apodera de los demás mortales, dura– dero hasta el día de la resurrección universal al fin del mundo? En manera alguna. Será tan sólo el dulce sueño del caminante fatigado que, después de tomar el necesario descanso, se levanta lleno de nuevas ener– gías y de vigor. Porque, después de haber permanecido enterrado tres días, los señalados de antemano por :Él mismo, abandonó Jesús aquella lóbrega morada, cuando menos lo pensaban sus enemigos, cuando sus ami– gos y discípulos estaban más descuidados y des– concertados por completo; cuando los centinelas vigilaban atentos.... En un momento feliz y de resplandores celestiales el alma se une de nuevo al cuerpo, lo transforma, lo vivifica, y glorioso sale del sepulcro sin ruido y marcha triunfante por la campiña vecina. En el sepulcro todo continúa en la misma calma, con la misma frialdad, con el mismo reposo de antes; sin inmutarse exteriormente en nada. Sólo que allí no está el cadáver del ajusticiado. Y no es que lo hayan arrebatado; nada de eso; los guardias son testigos aun de que los sellos están intactos. Después de las horas de descanso que Jesús tomó, salió a realizar nuevas conquistas por el mundo. Las conquistas de las almas que le pertenecen, porque han sido redimidas con su sangre preciosa. 204

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