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Y vierte roja sangre en límpidos raudales, cual fuente susurrante, que lleva sus cristales a un plácido jardín. De aquel corazón abierto salieron los siete sacra– mentos, fuentes de vida, manantiales de gracia, que riegan y fecundizan los campos de la Iglesia. Que apagan la sed ardiente de las almas. Que las ane– gan en un mar de felicidad.... Al morir Jesús selló·sus labios; muerto, consiente en que le abran .el corazón, y con aquellos labios teñidos en sangre pronuncia palabras de amor, y deja escapar un suspiro, un lamento, un beso; el beso de paz, que nos da con la boca de su costado. ¡ Oh bendita lanza que tal herida hizo ... ! i Bendito hierro que tal boca abrió! Es que Jesús tenía ence– rrada en su corazón una hoguera vivísima, y no pudiendo soportar por más tiempo los ardores en que se abrasaba, quiso que le abrieran una puerta para dar desahogo a esos incendios. Y quiso más. Deja abierta esa puerta de su pecho, para que por ella entremos los hombres en el nuevo · templo y en el santuario de su corazón. Bien lo comprendió así el Seráfico Doctor San Buenaventura, cuando exclama, lleno de alegría: «En ese Corazón tengo fija mi morada; en él quiero estudiar, descansar, trabajar, y en él y con él he de . tratar todos mis asuntos. También la Iglesia canta: «Oh Corazón divino, arca que contiene la Ley, no de la esclavitud an– tigua, sino de la gracia, del perdón, de la miseri– cordia.... El amor quiso que permaneciese herido 13 Madridan os, Cristo paciente 193
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