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--Maestró, reprende a tus discípulos. ¿A qué estas manifestaciones?- Mayor imprudencia ... ; y en aquella ocasión. ¿Qué pretendían con esto? Pero Jesús, que los conocía muy a fondo y pene– traba las perversas intenciones, sin inmutarse, se– reno, lleno· de energía, les respondió, dándoles al mismo tiempo una lección: «Mirad, os aseguro que si éstos callaren, hablarán hasta las mismas piedras.» Una vez más quedaban denotados. Si no se hu– bieran metido donde no los llamaban, no hubieran tenido que sopartar aquella humillación. Ellos mis– mos se la buscaron. Dios confunde a los soberbios, y abate a los altivos. Quisieron deshacer la manifestación; era impo– sible. El entusiasmo rayaba en el delirio. No era tan fácil hacerlo; y dejaron que la cosa continuara adelante, proyectando en su mente tenebrosa una venganza segura. Por entonces callaron. El entusiasmo de las muchedumbres por Jesús seguía en aumento. 6 Era el día del triunfo. Tenía que ser aclamado. Lo fué.

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