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Así lo es..Muriendo vence. Bien pudo repetir: i Oh muerte! yo he de ser la muerte tuya. Seré tu destrucción, ¡ oh infierno! Estas palabras del profeta Oseas tuvieron cabal cumplimiento la tarde del viernes en la persona de Jesucristo, quien moría con todas las apariencias de un vencido, pero realmente era el Vencedor. ¡Jesús de Nazaret ha muerto! ... La naturaleza entera se conmueve.· El sol oculta sus rayos; llora lágrimas de sangre la luna; las avecillas revolotean por la cumbre del Calvario piando tristemente, y hasta las fieras de los campos huyen amedrentadas, lanzando. gemidos de dolor. Era la hora del sacrificio vespertino. Resuenan las trompetas en el templo de Jerusalén; y cuando los sacerdotes se acercan al altar para ofrecer el sacrificio, entonces, en aquel momento solemne, y ante todos los circunstantes, el velo de terciopelo que ocultaba el Sancta Sanctorum, se rasga de arriba abajo. Señal de que los símbolos habían ya terminado; aquellos sacrificios no valían absolutamente nada delante de Dios, pues otro sacrificio de valor infi– nito acaba de consumarse en. el monte Calvario. Allí está la Víctima sobre el altar; allí está el Sumo Sacerdote. Es Jesús en la cruz, muerto por amor al hombre. Los cadáveres de los ajusticiados en manera al– guna podían quedar pendientes de la cruz durante las solemnidades de la Pascua; era preciso. rematar– los cuanto antes. Llegan varios soldados con mazas de hierro, y a los dos ladrones les quiebran las piernas a fuerza de golpes. 191
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